Nuestro trabajo como arquitectos está inspirado y se enhebra, por una parte, con la práctica de otros que lo fueron antes que nosotros y que nos han legado –para bien o para mal– nuestros ámbitos de trabajo: ámbitos geográficos, intelectuales y también éticos. Las ciudades, las escuelas y las actitudes. El necesario conocimiento de estos ámbitos invita a un estudio que se mueve entre lo sistemático y lo aproximativo –entre la ciencia y el arte– que crece cada día, en los tableros pero también en los viajes –se diría que nos persigue– y que traza las líneas maestras de nuestra investigación.