Nuestro trabajo como arquitectos está inspirado y se enhebra, por una parte, con la práctica de otros que lo fueron antes que nosotros y que nos han legado –para bien o para mal– nuestros ámbitos de trabajo: ámbitos geográficos, intelectuales y también éticos. Las ciudades, las escuelas y las actitudes. El necesario conocimiento de estos ámbitos invita a un estudio que se mueve entre lo sistemático y lo aproximativo –entre la ciencia y el arte– que crece cada día, en los tableros pero también en los viajes –se diría que nos persigue– y que traza las líneas maestras de nuestra investigación. Hay toda una gradación de líneas, entre aquellas más firmes, aparentemente indelebles con el tiempo y con una dirección inequívoca, a las aparentemente deshilvanadas, grises o discontinuas. Entre unas y otras se teje la urdimbre sobre la que nos movemos, que unas veces sirve de hilo de Ariadna y otras de red de seguridad para trapecistas.

Pero también hay un vínculo con otros profesionales que lo son al mismo tiempo que nosotros y con quienes, gracias a esa proximidad, es posible perfilar el propio discurso o construir uno común, estableciendo un diálogo pretendidamente enriquecedor para ambas partes. Estos vínculos, y más en nuestros días, se construyen muchas veces desde la amistad y la proximidad geográfica, pero otras resultan de una relación más distante y conceptual. Esta circunstancia, que lógicamente puede cambiar con el tiempo, resulta a todas luces accidental.

Finalmente también es posible y deseable la atención, y la participación en su período formativo, de las futuras generaciones de arquitectos, diálogo que se produce primeramente en las aulas o en su entorno, que también es fuente de un enriquecimiento mutuo y que podría servir como primera explicación para la atención a la docencia.

Extremos como la naturalidad, la conciencia de que lo que perseguimos está ahí, implícito en las condiciones del proyecto –el trabajo entendido como desvelamiento, en su doble acepción de descubrimiento y de esfuerzo– junto a la excepcionalidad de la ambición por hacerlo lo mejor posible, la excelencia.

Nuestro trabajo se mueve también entre la aproximación y la precisión. Quienes nos dedicamos a la arquitectura, y mucho más si nos ocupamos también en la docencia, sabemos que nuestro trabajo tiene algo de desvelamiento.

¿Y qué decir de la tensión entre tradición e innovación? Nuestro trabajo, ahora lo sabemos, se enhebra, lo queramos o no, en una tradición.

Y ciertamente nosotros somos herederos de la llamada modernidad arquitectónica, de aquel movimiento que quiso objetivizar la arquitectura, pero también nos sabemos hijos del barroco, de la manipulación del observador y de sus sentidos.

Para terminar una observación más sobre la importancia del lugar, que no es sólo el solar –en el ámbito urbano– ni los datos recogidos en el topográfico. Hay una enorme densidad en la realidad, completamente inasible incluso en lecturas sucesivas, acumuladas en una nueva suerte de palimpsesto. Lugar físico, cultural, social, político: lugar como sugerencia, como oportunidad y también como limitación.

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Eduardo Delgado Orusco

Arquitecto (ETSAM, 1989) y Doctor en Arquitectura (ETSAM, 2000). Su tesis doctoral “Arquitectura sacra española, 1939-1975”, fue galardonada con el Premio Extraordinario de la Universidad Politécnica de Madrid (2001).

Es consultor del Ayuntamiento de Madrid para el “Catálogo de Arquitectura Moderna y Contemporánea”. Además pertenece al Grupo de Investigación “Paisaje Cultural” del Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la Universidad Politécnica de Madrid y al Grupo de Investigación “Fotografía y Arquitectura” de Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza.

Comenzó su actividad profesional en la oficina de Iñaki Ábalos y Juan Herreros y desde el año 2000 dirige su propia oficina Reset Arquitectura. Su trabajo como arquitecto ha sido numerosas veces premiado y publicado.

Compagina esta actividad profesional con la investigación y la docencia siendo autor de numerosos artículos y libros sobre arte y arquitectura contemporáneos. Ha sido profesor en el Centro de Estudios Integrados de Arquitectura y en la Facultad de Estudios del Patrimonio Cultural de la Universidad SEK de Segovia, en la Escuela Superior de Arquitectura y Tecnología y en el Instituto de Innovación y Cultura Arquitectónica de la Universidad Camilo José Cela, en donde ha sido responsable de los Departamentos de Proyectos y Expresión Gráfica (2000-2008) y en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid. También ha impartido docencia en otras universidades europeas y americanas. En la actualidad es profesor asociado de la Escuela de Arquitectura e Ingeniería de la Universidad de Zaragoza. Y durante el semestre de primavera es investigador invitado del Departamento de Arquitectura de la Escuela de Diseño de la Universidad de Pennsylvania (USA, 2015).

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